Uno de los aspectos que se deben tener en cuenta a la hora de realizar un proceso de maquillado es que no todas las personas poseen el mismo tipo de piel. Podemos encontrar diferentes características que variarán de una persona a otra, como pueden ser el color, el tono, la mayor o menor presencia de grasa, pigmentaciones como lunares o pecas, imperfecciones como pueden ser pequeñas cicatrices, acné, arrugas...

Teniendo en cuenta todos estos aspectos y la cantidad de combinaciones posibles, va a resultar muy difícil encontrar dos tipos de piel idénticos, aunque sí que se pueden englobar en grandes grupos, por ejemplo, el de las pieles grasas o secas, o el de las pieles claras u oscuras.

El tipo de piel sobre el que se vaya a trabajar va a ser determinante para elegir un determinado tipo de producto, ya que existe una amplia variedad adaptada para cada tipo de trabajo. Uno de los primeros productos en los que se debe hacer una elección adecuada es en la base de maquillaje, de la cual existen diferentes tipos.

La base de maquillaje es uno de los primeros productos que se aplica sobre la piel del rostro cuando vamos a comenzar un proceso de maquillado. Como su nombre indica, se trata de la base sobre la cual se va a realizar todo el proceso el posterior, por lo que una buena elección en este punto del trabajo supondrá un resultado final igual al esperado o planificado.

La principal función de este producto es la de permitir disimular, minimizar o cubrir las imperfecciones que presente la piel de la persona sobre la cual se vaya a trabajar y unificar o igualar todo el rostro, de manera que este, una vez finalizado el proceso, presentará un aspecto ideal. Además de cubrir las imperfecciones, permite también realzar las cualidades que presente la piel en cuestión.

Una vez aplicada permitirá aplicar sobre ella los polvos de maquillaje quedando estos fijados completamente.

Una de las principales cualidades que se esperan de cualquier base maquillaje (y más, en el ámbito del maquillaje profesional), es la de realizar su función sin que se note su presencia, es decir, que aporte un aspecto totalmente fino y natural a la piel tanto en aquellas zonas que presenten las imperfecciones como en las que no.

Su aplicación permite dotar de mayor iluminación a zonas del rostro que se muestran ensombrecidas o apagadas, como puede ser el caso de las ojeras fruto del cansancio acumulado. También es posible corregir los tonos amarillentos o grisáceos de la piel, algo que puede deberse a la propia naturaleza de la persona o, por ejemplo, debido a diversos tipos de iluminación que hacen que el aspecto del rostro presente este tipo de tonalidades nada favorecedoras.

En la composición de las bases de maquillaje se incluyen, además de los componentes que le confieren la textura y consistencia, productos y sustancias hidratantes, protectoras y reafirmantes para la piel. De esta manera se consigue mejorar no solo el aspecto de la piel, sino que también se favorece su buen estado de salud físico. Algunos ejemplos de estos componentes son los extractos de pepino, ortiga, la camomila, el rusco o el regaliz, cada uno de ellos con diferentes propiedades para la piel.

En la actualidad, las bases de maquillaje son utilizadas en todos los ámbitos imaginables, pero hasta principios de los años 80 este producto era único y exclusivo del mundo del maquillaje profesional, especialmente en el campo de las representaciones teatrales y otros espectáculos.

Las bases de maquillaje son un producto que se aplica, normalmente, en pequeñas cantidades y en aquellas zonas donde se desea conseguir un determinado efecto, como iluminación en la zona alrededor de los ojos o la boca, en sitios donde se desea corregir 

alguna imperfección como granos, cicatrices... o bien se puede aplicar a todo el rostro cuando este tenga una piel en mal estado.




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